Saliendo del penal me urgía preñar el hoyito estrecho de mi morra.

Aunque hice menos de un año entambado por una pendejada
menor (lo único que pudieron probarme), considero que fue el tiempo justo para
evitar que mi vieja empezara de loca con otros culeros, que abundan en el
barrio, que no se pierden la oportunidad de consolar a un culito joven y
delicioso como el de mi vieja. Por suerte ella es una santa todavía y se
conformó con los recordatorios que le ponía con mi verga cuando iba a las visitas
conyugales, pero es hora de recompensarla y pienso cogerla rico todos los días,
cuando vuelva del jale, para desquitar las veces que no pudimos disfrutarnos,
darle tan duro que le tiemblen las patitas y llenarla de leche que no pueda
ponerse de pie sin que se le desborden mis mecos de la panocha.